Hay una películas famosísima que toca el tema del clasicismo en música: Amadeus, una estilización de la figura de Mozart y su relación con Salieri, que realmente nos los transmite de forma muy deformada, a través de la leyenda que fueron recogiéndola primero Puchkin, luego Peter Schaffer, y que retoma Milos Forman el director de la película. Si la película como tesis sobre el genio y la mediocridad es una magnífica película, tiene en su debe el haber deformado como un espejo cóncavo la figura de Mozart y Salieri, que en absoluto parecen haber sido como nos los muestra la película.
Es obvio que la película nos está mostrando a Mozart a través de los ojos de Mozart, pero también parece ser poco versosímil la fijación de Salieri con Mozart.
Con todo, la influencia de Sir Neville Marriner, director de la orquesta y asesor de la película, hace que tenga momentos brillantes en los que en apenas tres trazos nos situamos perfectamente en el contexto de la Viena de finales del siglo XVIIII
He escogido estos dos fragmentos, porque si estamos un poco atentos, no hay mejor forma de entender la reforma o los cambios que el clasicismo supuso para la Opera barroca, como van desapareciendo los límites entre la Ópera seria y la bufa, cómo van a aparecer óperas nacionales en otra lenguas que no sean el italiano y como nos acercamos al agotamiento de la ópeca del Bel Canto y el apogeo de los castratti.
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